Water is something of which I know nothing; thing I see and I watch and I hear and I touch and of which I know nothing. It appears in things I write; in some poems, there it is.
Facing. I’ve lived facing a great arriving river; it’s not only that I lived on the riverbank, but that the river, because of the terrain’s configuration, seemed to rise up over the house. Sonorous water. A short distance away, across the whole width of the river, wide there, the mass poured over a dam; more or less noise depending on the rain and the time of year. Always noisy that year, a year of rain.
At the time the noise seemed, to me, source of something else, an echo chamber, chambers, an interior perception. After one space another, hollow and vacant and silent, but made by the sound, or not unlike something of the sound’s structure.
That of the dam, the sound of the water in the dam is harsh and monotonous, violent; this harshness makes a drought in the head, swarm of clamorous echoes, makes a cavity, sonar save the pause of resonant vacancy. Like in virtual spaces whose systems unfold in vacant repetitive folders, chambers within chambers within chambers, you address yourself inward, in case there’s another chamber, fearing there might be, not knowing what’s there, what’s in there. Like that, the water.
But in water there is light. With or without light, more lit or less, water is other. With its noise, at night, even in the city where at night it’s not absolutely night, water is other. “Strange to divide the earth into thought and water,” ruminated el fumigador de guardia.
From the factory of light, through the tunnel, come the dead. This is how the saint in the painting came, and his verdure, and I never knew I’d live alongside him. You don’t always see in the same way. Now I pay attention to the windowpanes, the nocturnal leftovers, and out in the street there are nubs of green ire, waiting.
***
I send you
my welcome, sir, and extend
my joy at your return
though in my toes and
in this leg’s calf muscle
like pin and cords
the nerves tense their substance
the wind
sleekly ululates, yet I don’t know
if ululation is sleek, if the wind ululates
like dogs howl in Machado, if their timbre,
agonized or mechanic, says squeaking
yellow crane or says somewhat
more light in January’s evening
the piteous
unhowling yowl of a cat —one
of this summer’s litter— between the
demolished planks won’t sound
until about eleven at night
and the wind augments it
gray
pearl the sky gains at evening
by January,
and the ear, the ear is transparent
***
And if night
were to fall, for three days night
sonoresound of sound, if
the river bore addiction
the current’s cold
the channel’s speed, from cold the color
farther below the dam, in waters of animals
that are waters of waters.
Io sussurates
solitude and rasp, closure
of sound, pasture the clamor
of a hollow world, raspy penumbra
not of water, lowing.
Near
the water butcher of livestock in the air
sweet anima bordering eye
and lash, covering head, hooves, body
covering all that is being of an animal who dies.
El agua es algo de lo que no sé; que veo y miro y oigo y toco y de lo que no sé. En lo que escribo aparece; en algunos poemas, ahí está.
Delante. He vivido delante de un gran río que venía; no ya porque vivía a la orilla del río, sino porque el río, por la configuración del terreno, parecía venir sobre la casa.
Era un agua sonora. A corta distancia, todo a lo ancho del río, que allí era ancho, el caudal se precipitaba sobre un dique; más ruido o menos ruido, según la lluvia y el momento del año. Siempre el ruido aquel año, que fue un año de lluvias.
Me parecía entonces, ese ruido, origen de otra cosa, cámara de resonancia, recámaras, una percepción interior. Tras un espacio, otro, hueco y vacío y silencioso, pero hecho por el sonido, o no disímil de algo de la estructura del sonido.
El del dique, el del agua en el dique es sonido áspero y monótono, violento; esa aspereza se hace en la cabeza sequedad, hormigueo del estruendo que resuena, se hace oquedad, eco sin pausa de lo hueco. Como en los espacios virtuales, cuyos sistemas se abren en huecas carpetas repetidas, cámaras y recámaras sin término; uno atiende hacia adentro, por si hubiera otra cámara, temiendo que la haya, porque no sabe lo que hay, qué hay ahí. Igual, el agua.
Pero en el agua está la luz. Sin luz o con luz, con más o menos luz, el agua es otra. Con su ruido, de noche, incluso en la ciudad, donde de noche no es del todo la noche, el agua es otra. “Extraño, que la tierra se divida en agua y pensamiento”, rumiaba el fumigador de guardia.
De la fábrica de luz, por el túnel llegan los muertos. Así llegaba el santo en la pintura y su verdor, y nunca supe que junto a él viviría. No siempre se ve del mismo modo. Ahora pongo atención a los cristales, a los restos de la noche, y hay trocitos de verde ira, por la calle, esperando.
***
le envío mi saludo
de bienvenida, señor, mi alegría
le expreso de su regreso
aunque en los dedos de los pies y
en el músculo gemelo de esta pierna tensen
como alfiler y cuerdecillas
los nervios su sustancia
el viento
ulula suavemente, mas no sé
si ulular es suave, si el viento ulula
como perros aúllan en Machado, si su timbre
agónico o mecánico dice grúa
chirriante y amarilla o dice algo
más de luz en la tarde de enero
el lastimero
maullido que no aúlla del gato –uno
de la camada del verano– entre las
maderas del derribo no sonará
hasta las aproximadas once
de la noche y el viento lo acentúa
el gris
perla del cielo ganado por enero
a la tarde
y transparente el oído, el oído
***
Y si bajara
la noche, para tres días la noche
el sonorosón del sonido, si
el río trajera la adicción
el frío del fluido
lo rápido del cauce, de lo frío el color
más abajo del dique, en aguas de animales
que son aguas de aguas.
Ío susurra
lo solo y enronquece, lo cerrado
del son, pradera el hormigueo
de un mundo hueco, penumbra
ronca no de agua, mugido.
Cerca
del agua matarife de reses en el aire
ánima dulce bordeando ojo y
pestañas, cubriendo cabeza, patas, cuerpo
cubriendo todo lo siendo de un animal que muere.