XX

When this allotment of anxieties is released,

Our misfortune will have dissipated like a cancer.

My face will be a nauseating stain.

Enormous lizards will lick my brow,

reveal their blackish snouts

and stretch themselves to sleep their glorious siesta.

In the meantime,

the desert opens its jaws,

its burning dunes,

and carries off my panting

and my writhings

like an indolent amphibian.

 



XXI

This is how I always am,

forced to turn my back

and hide the bone of my brow.

And sometimes I enjoy that white breeze of lime

that makes the nape of my neck tremble

like an arid caress.

 


XXII

One of these nights,

I’ll manage to choke myself with tears;

cease to be this sickly voice;

hide my face in the sand

and force my ghosts to sleep.

 

But for now,

I stay like this,

picking at my wounded world.

 

XXIII

Every morning the angel comes

to show me its grim slenderness.

I examine its perverse aura.

Measure its volatile torso.

Venerate its meekness.

And I cling to its body

as to a formless petal.

 

XXIV

Certainly

we are accustomed to infamy,

to that tremulous gaze of the dispossessed,

but is there something rational in that cadaverous village?

Is there something human in that crippled child,

bending over his filth?

 

I would like to believe,

with the cunning of the jackal,

in this desert and its throbbing anguish.

 

 

 

XX

 

Cuando este reparto de zozobras se desate,

habremos disipado la desdicha como un cáncer.

Mi rostro será una mácula nauseabunda.

Enormes lagartijas lamerán mi frente,

mostrarán sus hocicos negros

y se echarán a dormir una gloriosa siesta.

 

Mientras tanto,

el desierto abre sus fauces,

sus dunas ardientes,

se lleva mi jadeo

y me retuerzo

como un anfibio aletargado.

 

 

 

XXI

  

Así me quedo siempre,

obligado a mostrar el lomo,

ocultando el hueco de mi frente.

Y a veces disfruto de esa brisa de cal

que estremece mi nuca

como una árida caricia.

 

 

 

XXII

  

Alguna de estas noches,

lograré atragantarme con mi llanto;

dejaré de ser esta voz enferma;

ocultaré mi rostro en la arena

y obligaré a dormir a mis fantasmas.

 

Mientras tanto,

así me quedo,

hurgando en la herida de mi mundo.

 

 

XXIII

  

Cada mañana viene el ángel

a mostrarme su delgadez sombría.

Yo ausculto en su aura endemoniada.

Calculo su torso volátil.

Venero su mansedumbre

y me aferro a su legajo

como un pétalo informe.

 

 

XXIV

 

Ciertamente,

estamos habituados a lo infame,

a esa trémula mirada de los desposeídos,

pero ¿hay algo racional en esta aldea cadavérica?

¿Hay algo humano en ese niño manco

que se recuesta sobre su inmundicia?

 

Quisiera creer,

con malicia de chacal,

en este desierto y su palpitante angustia.

 

 

 

 

 

Translator's Note


Alexis Levitin

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