The Verdict
To Charlotte Rampling…and Paul again
A man who won’t let
the angels sniff his drinks
who will dangle from the ends of coffins
—for the right price—
and who will hold hands with the dead
so they might receive their final payout
along with one last opportune fuck-you
because you gotta drink something
and because we all turn into
the dust of someone else’s
last will and testament.
A man who each morning
spills the foam of his beer on the pinball machine
only later to drool on the bald archbishop
who sits on the golden egg
of the faithful.
A man like a Saint Louis scarecrow
on the plush altar of an old car
allowing himself
the miracle of truth.
A man
who hears the ringing of the telephone
like a requiem
and knows who is calling
because it’s the same person
who forgot to turn off the lights
before leaving him for good.
The same person who knows
how hard it is to live
in such neglect.
The Hustler
To Paul Newman and Piper Laurie
Again and again
a drop of water
has fallen on the pool table
only to turn green like money.
The pool balls get struck so often,
now they have bruises,
now they’re battered planets
without God’s favor,
without anything except
the devil’s fragrant astronomy.
Eddie plays pool clean
with a pool cue of his own
one you keep in a case
like a harpoon
or an assassin’s rifle.
His girl is a writer and a drunk.
Before killing herself
at the Kentucky Derby
she picks out a fogged-up mirror
for her gravestone.
Eddie plays pool clean
or at least he used to
with curtains drawn low
he hustles hard
wondering if this is
how all women like her
wind up,
wondering if she would have still
kissed his wounded thumbs
if he weren’t so good.
Through hell and back
Eddie chased the only one
able to fight back,
the only man
who, for an entire day
and night,
had been able to shut him up.
Now all he wants is one more game
so he can lose and go back to Oakland
without a dime of regret.
Taxi Driver
To De Niro and Bernard Hermann
The traffic lights
are one with the fog.
When the fog departs,
the lights go out,
making way for life’s
demolition derby to begin.
There comes a time
when the taxi driver
no longer seeks passengers.
His motives become personal.
He goes in search of gray death
that dwells on every street corner
he seeks those places
marked on the maps
with acidic names.
He goes rifling through the gutters
and that shooting range known as night.
A full-body mirror
is also a rear-view mirror.
Are you talking to me?
asks the taxi driver
—the sleepless god—
looking back at the world
reflected in the mirror.
El Veredicto
a Charlotte Rampling…otra vez a Paul
Un hombre que no permite
que los ángeles olfateen sus tragos
que se cuelga de las colas de los ataúdes
—por una justa comisión—
y que sostiene la mano de los difuntos
para que reciban su último salario
y una última y provechosa mentada de madre
porque de algo hay que beber
porque el testamento de alguien más
es el polvo en el que de antemano
nos convertimos.
Un hombre que por la mañana
derrama espuma de cerveza sobre un pin-ball
para más tarde babear sobre la calva del arzobispo
que empolla el huevo de oro de los fieles.
Un hombre como un San Luis espantapájaros
en el mullido altar de un auto viejo
concediéndose a sí mismo
un milagro de la verdad.
Un hombre
que escucha el timbre del teléfono
como un réquiem,
que sabe que es una mujer quien llama
la que olvidó apagar las luces al dejarlo.
La que mejor conoce
lo duro que es vivir con esos descuidos.
El Buscavidas
a Paul Newman y Piper Laurie
Sobre las mesas de pool
ha caído, una y otra vez,
una gota de agua
que se hace verde como el dinero.
Las bolas han chocado tanto
que ya tienen moretones,
que ya son planetas abollados
sin el favor de Dios,
sin otra cosa que la perfumada
astronomía del diablo.
Eddie juega pool limpio
con taco propio
de esos que se guardan en un estuche
como un arpón
como un rifle magnicida.
Su mujer escribe y se emborracha
y antes de matarse
en el Derby de Kentucky
escoge como lápida
un espejo empañado.
Eddie juega pool limpio
o lo jugaba
con las cortinas bajas
apostando fuerte
preguntándose si es verdad
que así terminan
ese tipo de mujeres,
si no habría sido mejor
que ella jamás le hubiera besado
los pulgares rotos
como lo hizo.
Por todo el infierno
Eddie persigue al único hombre
que pudo con él,
el único hombre que por un día
y una noche
le puso la cara contra el paño.
Sólo le pide un último juego
para perder y volver a Oakland
sin un centavo de culpa.
Taxi Driver
a De Niro…a Bernard Herrmann
Los semáforos
son de la niebla.
Cuando la niebla se va
los deja apagados
para que empiece la carrera de demolición
de nuestras vidas.
A cierta hora
algún chofer de taxi
ya no va por pasajeros.
Va por asuntos personales.
Por esa muerte gris
que se hamaca en las esquinas
por esos sitios cuyo nombre
es ácido en los mapas.
Va de caza menor entre los caños
a ese gran salón de tiro que es la noche.
Un espejo de cuerpo entero
es también un espejo retrovisor.
¿Me hablas a mí?
te dice el chofer de taxi
—el dios insomne—
viendo hacia atrás al mundo
que rebota.